Para una Orquesta doble (o dividida) y electrónica.
Encargo del Estado a carácter pedagógico.
Estrenada por la Jeune Philharmonique de Seine-Saint-Denis
el 1° de abril del 2003.
La nomenclatura original de esta obra es una conjunción de Doble Urbana (U 17 – CRUZ Y FICCIONES) y una extensión electroacústica.
Los dos movimientos de Doble Urbana (U17) son retomados en Doble Concerto (U21) conformando el primero y el cuarto de sus nueve movimientos.
I – Introducción al doble espacio.
II – Intermedio 1 – Cadenza electrónica 1.
III – Episodio Urbano 1.
IV – Lento Glissando.
V – Intermedio 2 – Cadenza Acousmática.
VI – Episodio Urbano 2.
VII – Responso.
VIII – Episodio Urbano 3.
IX – Cruz y Ficciones.
Los Episodios Urbanos I, II et III, de una duración cercana a un minuto, tienen una función de recuerdo y de renovación de la forma de las otras seis partes. Es una repetición casi textual cuyo objetivo es la fijación de un punto de referencia de los numerosos vectores musicales.
Obra monumental y mixta.
Este Doble Concerto tiene varias particularidades. Una de ellas es la relación entre orquesta y electrónica. He querido desarrollar en la escritura musical y en la reflexión estética que la ha precedido, una serie de constantes que forman parte de mi manera de organizar el discurso.
Para empezar, y antes de ir más allá en el aspecto “espectacular” de este proyecto, me interesa una reflexión sobre el carácter mixto de la obra y del espacio real en el cual la música de desarrolla. El conjunto de estas observaciones es aplicable tanto a la situación de una electrónica en tiempo real como a aquélla de las piezas mixtas en general.
Es una historia de fuerzas: mis experiencias musicales en la situación mixta (tanto las propias como aquellas que me sitúan como oyente) han generado un sentimiento de una relación centrífuga de fuerzas. Partiendo del componente humano, del instrumentista como centro la mayor parte de las obras tienden a hacer de esa realidad acústica el punto de partida de una explosión del sonido en el espacio que nos rodea, atribuida a la tecnología y a los altavoces. Pasado el momento de descubrimiento y sorpresa, esta dispersión de la realidad sonora conlleva una dilución del discurso que termina siendo cansador y sistemático.
La situación paradójicamente más interesante consiste en recentrar el discurso sobre los instrumentos presentes en la escena que son los verdaderos actores tangibles de la realidad musical. Se genera de esa forma una fuerza centrípeta de los vectores que la electroacústica propone hacia el centro de la acción. El discurso puesto en práctica por muchos compositores deja de lado este componente esencial de la percepción, verdadera esencia del acto de audición musical.
Una excepción, tal vez la más enriquecedora y revolucionaria, aparecida en la segunda mitad del siglo XX es la de la música acusmática que propone y cuestiona, casi por definición, la causalidad del fenómeno sonoro al poner en la escena de la audición una paleta de eventos que no habían integrado hasta el momento las salas de concierto. Más allá de la revolución del sonido se produce una revolución de la audición que, desprovista del gesto productor, nos sitúa en el ámbito de la música pura.
En el caso que nos ocupa, el de este extraño Doble Concerto, estamos de manera cabal en el nudo de la cuestión: electroacústica e instrumentos serán paralelos pero se interpenetrarán de manera ineluctable. Queda el campo abierto de una nueva poética musical construida a partir de la distancia entre la materia directa y el alejamiento de quién ha producido el sonido, precisamente porque el discurso no está focalizado en el espejismo de una electrónica decorativa sino que ésta se encuentra en el corazón mismo de la idea musical y de su aparición audible.
Rehusarse al colorismo es también rehusar una acepción de “musique française” muchas veces asociada a lo voluptuoso pero también a la superficialidad del discurso. Es el tema de un amplio debate, que no tiene su lugar en estas líneas, pero que no esquivo a la hora de componer.